Al verla sonreír, la sombra en el rostro de Bruno se disipó al instante:—Julieta, tranquila, en mi corazón solo estás tú.—Ese día me pasé con mis palabras. Si tienes alguna petición, dímela, haré lo que quieras, solo no sigas enojada conmigo —dijo, acercándose un poco más, con una voz lastimera, casi al borde del llanto.Antes, Julieta siempre cedía a ese tono suyo, lograba ablandarla con facilidad. Pero ahora, aquel hombre le resultaba completamente ajeno, y por dentro solo sentía un frío helado.Miró el ruego en sus ojos y, de pronto, curvó apenas la boca:—Está bien, entonces haz que Tania se case con otro.La sonrisa en la cara de Bruno se congeló. Después de un largo silencio, forzó un gesto torcido, apenas un intento de sonrisa.—Julieta, no digas tonterías.Alargó la mano hacia su rostro, pero ella giró la cabeza para esquivarlo.—Es como tu hermana. ¿También te pones celosa por eso? Cambia el pedido, por favor. Lo que quieras, te lo concedo.Julieta se rió con más fuerza.Lo
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