Huí de mi boda y encendí la aurora
Tras la quiebra de mi familia, mi prometido, Javier Martínez, rompió el compromiso sin titubear y eligió a Lucía Giménez.
Fue Pablo Romero quien saldó mis deudas, se hizo cargo del funeral de mi padre y me sacó del incendio en el que se había convertido mi vida.
Durante los siguientes tres años, se quedó a mi lado.
Justo cuando creí haber encontrado la redención, en la víspera de nuestra boda lo escuché conversar con su mejor amigo:
—¿De verdad piensas casarte con Daniela? ¿No te da miedo que algún día se entere de que la muerte de su padre y la ruina de su familia fueron cosa tuya?
—Lucía ya se casó con Javier. Me caso con Daniela y ya. Y si algún día lo descubre, ¿ qué? Yo pagué sus deudas, yo enterré a su padre. Con eso ya cumplí con ella.
Ahí entendí que Pablo también me había mentido.
De principio a fin, la única que se lo había creído todo había sido yo.