La Novia Sustituta del Clan Serpiente
En la competencia de pociones, mi hermana adoptiva me robó la poción que yo misma preparé y, gracias a eso, se llevó toda la gloria de la noche.
Nadie imaginaba que aquel torneo, más que un espectáculo cualquiera, era en realidad la forma en que el clan de los Serpientes elegía esposa para su heredero: un hombre temido por su crueldad e incapaz de tener hijos.
Esa misma noche, el clan de los Serpientes mandó un contrato nupcial: la autora de la poción debía casarse con el heredero.
Cuando mi prometido se enteró, perdió la cabeza.
Sin pensarlo dos veces, se acostó con mi hermana y así sellaron su pacto.
Con la marca del lobo todavía quemándole la espalda, mi hermana se plantó frente a mí, descarada, restregándome en la cara lo que había conseguido.
—Tu prometido ya es mío, querida hermana. ¿Y ahora qué? En tres días cumples veinticinco y, si nadie se casa contigo, el Consejo te va a mandar con uno de esos errantes, viejos y abusivos que nadie quiere.
Ella creía que me tenía acorralada. Se equivocaba. Aún me quedaba una salida.
Fui a buscar a mis padres, que en ese momento intentaban arreglar el desastre causado por mi hermana.
—Si ella no quiere casarse con el heredero de los Serpientes —dije con firmeza—, ¡entonces lo haré yo!