El traidor no merece perdón
Cinco años de relación bastaron para que Mariana Beltrán le entregara el alma entera a Emilio Navarro. Pero en la noche de bodas descubrió que él ya se había casado en secreto con su hermana adoptiva, y que el acta matrimonial en su mano no era más que una mentira cuidadosamente tejida para engañarla. En ese instante, el corazón de Mariana se apagó por completo.
Después del choque provocado, el fin de su carrera como bailarina y el plan de embarazo prestado… al final, ella regresó a casa para aceptar un matrimonio arreglado por su familia.
Cuando volvieron a encontrarse, Emilio alcanzó a ver cómo Sebastián Cruz, el heredero más intocable de la capital, la tomaba con delicadeza entre los brazos, protegiéndola como si fuera algo irremplazable.
Emilio se quedó con los ojos rojos, se arrodilló casi enloquecido y suplicó:
—Mariana… fue mi culpa. Te lo ruego, vuelve conmigo.
Pero Sebastián se interpuso con el rostro helado:
—Lárgate. No manches la vista de mi esposa.