Mi Prometido Me Dejó Por Su Prima Viuda
En medio de la fiesta de compromiso, cuando la torre de champán ya iba por la mitad, el celular de Marcos Harrison sonó. Me miró fijo y soltó, serio:
—Tengo que irme. Lilia se desmayó en el aeropuerto.
—Si te vas, lo nuestro se acaba —le respondí con firmeza.
De todos modos, se fue... justo frente a doscientas personas.
Cargó a Lilia Harrison en brazos —llevaba el abrigo que yo le había regalado— y se fue en mi auto.
Al día siguiente recibí un correo:
"Lilia se mudará a mi departamento. Me necesita. Ojalá lo entiendas. Cuando se recupere, tú y yo nos casamos. Confía en mí."
Me quedé mirando la pantalla y, sin darme cuenta, solté una carcajada.
Al final, no era a "quien lo amaba" a quien quería, sino a "quien lo necesitaba".
Y yo, por ser tan autosuficiente, no le servía.
Esa noche busqué un número en la agenda: el de alguien a quien jamás tomé en serio, pero que me había esperado por veintitrés años. Llamé.
—Mañana a las siete, en el restaurante frente al mar.