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Sacrificar, Perder, Lamentar
Sacrificar, Perder, Lamentar
Penulis: Desflorencia

Capítulo 1

Penulis: Desflorencia
Mi esposo, Carlos Gómez, siempre usaba el divorcio para amenazarme, obligándome a sacrificarme por mi hermana menor, Yoli Santos. Mis padres también me presionaban con la herencia, queriendo que todo lo bueno se lo cediera a ella.

Antes, yo lloraba y hacía berrinche.

Pero cuando Carlos me amenazó por centésima vez, pidiéndome que fuera yo quien probara el medicamento en lugar de Yoli, acepté.

Después incluso fui increíblemente buena con ella. Todos decían que por fin me había vuelto sensata.

Pero lo que ellos no sabían era que... yo estaba por morir. Así que ya nada importaba.

El día que me diagnosticaron cáncer, Carlos me empujó por centésima vez el acuerdo de divorcio.

—Sara, el cuerpo de Yoli está cada vez peor. Ya no puede seguir haciendo pruebas. Si en un mes no se desarrolla el medicamento, podría perder la vida.

—Tú y Yoli son gemelas, tienen una genética casi idéntica. Los médicos dicen que tú puedes reemplazarla. Si no aceptas, entonces divorciémonos. Al fin y al cabo, a tu hermana no le queda mucho tiempo, y quiere que la ayude a cumplir su último deseo.

Lo escuché en silencio, viéndolo hablar con toda seriedad esas palabras absurdas.

La verdad es que desde que vieron a Yoli sudando a chorros durante el tratamiento, ya querían que fuera yo quien lo hiciera en su lugar.

Mis padres, mi esposo, los tres se turnaron para convencerme.

Aunque, más que convencer, fue una amenaza sistemática.

Mis padres me dijeron que si no aceptaba ser conejillo de indias, perdería mi derecho a heredar.

Y Carlos... bueno, él me puso el divorcio sobre la mesa casi cien veces.

En ese entonces aún no sabía que tenía cáncer, pero mi cuerpo ya se debilitaba a simple vista.

Así que me rehusé.

Y en el momento en que dije 'no', todos se sintieron decepcionados y me acusaron de ser una desalmada.

—¡Tu hermana está al borde de la muerte! Si tú haces la prueba, ella podría salvarse. ¡Pero no estás dispuesta!

—¡Exacto! ¡Yoli ya lleva casi medio año probando medicamentos! A ti solo te tocarían los últimos meses. ¡Ni siquiera así quieres ayudarla! Me decepcionas mucho. Si no vas a salvarla, entonces mejor consideremos que ya no tenemos nada que ver.

Esas palabras aún me duelen al recordarlas.

Pero ya pasó. Ahora que estoy por morir, nada de eso importa, en casa o morir en un laboratorio... da lo mismo.

No despertó mayor atención.

Carlos fruncía el ceño cada vez más, como si quisiera seguir amenazándome.

Pero yo lo miré sonriendo y le dije:

—Está bien Acepto probar el medicamento por Yoli.

Él se quedó pasmado y luego me miró con alegría desbordante.

—¿De verdad? ¡Qué bien! ¡Yoli está salvada!

Corrió al balcón para llamar a mis padres y contarles la buena noticia.

Minetras yo miré su espalda emocionada, solté una sonrisa irónica.

Luego mi mirada cayó sobre el contrato de divorcio. Lo tomé con calma, saqué una pluma de mi bolso y firmé mi nombre sin dudar.

Cuando él volvió, justo me vio colocando el acuerdo sobre la mesa.

—¿Qué estás haciendo? —preguntó, confundido.

—Nada —respondí con una sonrisa ligera.

Al notar mi estado de ánimo, en sus ojos apareció un destello de remordimiento.

Rápidamente guardó el acuerdo en mi bolso.

—Solo estaba bromeando. No pienso divorciarme de ti.

Asentí con un leve 'ajá', sin mostrar emoción alguna.

Carlos me miró por un rato, pero no dijo nada más.

En el camino de vuelta a casa, empezó a mostrarme preocupación: que si ya comí, que si necesito ropa, que si descanso bien... Incluso me compró toneladas de suplementos.

Pero todo ese 'cuidado' era, probablemente, solo para mantener mi cuerpo apto para las pruebas de Yoli.

Tiré los complementos en el asiento trasero, mirando por la ventana, perdida.

"Qué sol tan brillante. Qué lástima que pronto dejaré de verlo." pensé.

Apenas crucé la puerta, escuché las voces emocionadas de mis padres.

Mamá abrazaba a Yoli mientras lloraba:

—¡Yoli, estás salvada! No vas a dejarme, mi niña...

Papá, temiendo que yo cambiara de opinión, me puso de inmediato el consentimiento para ser voluntaria frente a los ojos.

Solo cuando firmé, ambos dejaron escapar un suspiro de alivio.

—Sara, por fin has madurado. Por fin piensas en tu hermana, en esta familia.

—No nos culpes. Es que el parto fue muy largo cuando naciste, y por eso Yoli nació con problemas. Comparada contigo, que estás sana, ella necesita más de nosotros.

—Pero no te vamos a dejar sin nada. La herencia se divide mitad y mitad. No te faltará nada.

Negué con la cabeza, tragando la amargura en mi corazón.

—Dénselo todo a Yoli. Pues yo ya no lo necesito.
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