Share

Capítulo 5

Author: Yolanda
Mariana soltó a Nicolás y tomó los regalos del sofá que estaba a un lado.

—Todos estos los compré para ti, ¿a ver si hay alguno que te guste?

Los ojos de Nicolás se iluminaron.

—¡Es Iron Man!

—¿Te gusta? —Mariana le acarició la cabeza. —Esta es una edición limitada, le pedí ayuda a varios amigos para conseguirla, fue muy difícil comprarla.

—¡Gracias, mamá! —Nicolás tomó el juguete y su voz infantil resonó por toda la villa. —¡Mamá, eres muy buena!

Mariana sonrió entre lágrimas.

—Cariño, finalmente estás dispuesto a llamarme mamá.

—Papá me acaba de explicar, me dijo que sufriste mucho para darme a luz.

Nicolás dejó el juguete, tomó un pañuelo y le secó las lágrimas.

—Mamá, perdóname. Esta mañana no debí haberte gritado, ya no te trataré así nunca más.

Al escuchar esto, las lágrimas de Mariana fluyeron más abundantes. Lucía cada vez más lastimosa.

—Cariño, tú no hiciste nada malo, fue mamá quien estuvo mal. Mamá hará todo lo posible por ser una buena madre de ahora en adelante.

—¡Mamá no está mal! —Nicolás la abrazó espontáneamente. —Papá me dijo que siempre me has amado mucho, ¡y yo también voy a amar mucho de ahora en adelante!

Mariana miró hacia Santiago.

—Gracias, Santiago.

Santiago se acercó y le entregó su pañuelo.

—Es lo que debo hacer, ya no llores, Nicolás se va a preocupar.

—¡Sí, mamá! Eres tan hermosa, no llores, ¡llorar te va a hacer ver fea!

Entonces, Mariana tomó el pañuelo de Santiago y se secó las lágrimas.

—Está bien, mamá no va a llorar.

El reencuentro de madre e hijo era cálido y tierno.

Nicolás recibió muchos regalos y se sentó en el sofá a jugar con ellos, abrazándolos.

Mariana se sentó a su lado, observándolo, con una expresión dulce en los ojos.

Santiago se sentó en un sillón individual cercano, con la cabeza gacha concentrado en su teléfono.

Mariana se volteó para mirarlo, pareció dudar un momento antes de hablar.

—¿Qué planeas hacer con la señorita Núñez?

Santiago levantó la cabeza con expresión indiferente.

—Me haré cargo de todo.

—Ella ha cuidado muy bien a Nicolás todos estos años. Para ser honesta, siempre siento que le debo algo.

—No es tu culpa. —La voz de Santiago era profunda. —Nicolás siempre ha sido tu hijo.

—¡Así es, mamá! —Nicolás levantó la cabeza de entre el montón de juguetes, su pequeña boca dulce como miel. —Soy tu hijo, ¡es natural que nos reconozcamos! Además, eres tan guapa. Papá dice que soy lindo porque tú eres muy bonita.

—¡Pequeño adulador! —Mariana le tocó la punta de la nariz. —No te atrevas a decir eso delante de tu mamá Valeria, se va a enojar.

—¡No lo hará! —Nicolás estaba muy confiado. —¡A ella no le gusta enojarse conmigo!

Santiago recibió una llamada telefónica del trabajo.

Se levantó.

—Tengo que volver un momento al despacho.

—Está bien, ocúpate de tus cosas, Nicolás me acompañará. —Mariana hizo una pausa y preguntó: —¿Vas a regresar para la cena?

Santiago reflexionó un momento apretando los labios.

—Regresaré en cuanto termine.

—Ten cuidado al manejar.

—¡Adiós, papá!

Santiago respondió con un sonido tenue y se marchó.

---

En la profundidad de la noche, las luces del taller de restauración aún estaban encendidas.

La mujer tenía el cabello recogido con una horquilla, dejando al descubierto su cuello blanco y elegante. Llevaba gafas protectoras sobre el puente de la nariz y sus manos enguantadas sostenían las herramientas.

Tenía la cabeza gacha, la mirada concentrada, haciendo los últimos trabajos de restauración en la reliquia.

Todos los demás se habían ido, así que el edificio estaba muy silencioso, solo se escuchaban los sonidos tenues que hacía Valeria al trabajar.

Mientras más insatisfactoria se volvía la vida, menos podía descuidar el trabajo.

Durante todos estos años, después de presenciar la frialdad y calidez de las relaciones humanas, Valeria había llegado gradualmente a entender una verdad: la naturaleza humana es difícil de discernir, el corazón humano es impredecible, solo el dinero y la carrera eran cosas que podía agarrar con firmeza si se esforzaba.

Hace cinco años, para quedarse en San Aurelio a cuidar a Nicolás, renunció a la oportunidad que le había recomendado su mentor. Él se enojó tanto que cortó toda relación con ella.

Este era el mayor arrepentimiento de Valeria hasta el sol de hoy.

Siempre sentía que había fallado a la formación y atención de su mentor, así que durante los últimos años aún utilizaba su tiempo libre para comprar materiales, investigar y mejorar sus habilidades.

Después de graduarse de la universidad, pidió un préstamo para abrir un taller.

Y en la actualidad, el taller iba en el camino correcto y los honorarios por sus trabajos eran cada vez más altos.

Sus ahorros personales ya eran suficientes para que ella y su madre vivieran sin preocupaciones el resto de sus vidas.

En realidad, todo se estaba desarrollando en una buena dirección.

En cuanto a esas personas que inevitablemente se alejarían de ella, aprender a dejarlas ir era parte de crecer.

Después de completar el último trabajo de restauración, Valeria colocó la reliquia dentro de un contenedor.

Regresó a su oficina, se sirvió un vaso de agua tibia y se lo bebió de un trago.

Dejó el vaso y echó un vistazo al calendario sobre el escritorio.

Tomó un bolígrafo y marcó con una X la fecha en el calendario.

Quedaban ocho días para el día en que su madre saldría de prisión.

El pronóstico del tiempo indicaba que ese día sería soleado.

“Bzz bzz” —El teléfono en su bolsillo estaba vibrando. Era Santiago quien llamaba.

Valeria frunció ligeramente el ceño, respiró profundamente y presionó el botón para contestar.

—¿Cuándo vas a regresar? —Se escuchó la voz profunda de Santiago a través del teléfono.

Valeria miró la hora: eran las dos de la madrugada.

Estaba un poco cansada y no quería manejar media hora de regreso a casa.

Se masajeó el cuello adolorido, su voz era fría y ligera.

—¿Qué pasa?

—Nicolás está esperando a que regreses para que le leas un cuento antes de dormir.

La mano con la que Valeria se masajeaba el cuello se detuvo.

Recordando cómo durante el día Santiago había cargado a Nicolás para consolar a Mariana, no pudo evitar sentir disgusto.

—No voy a regresar. —Su voz era plana y sin emociones. —Cálmalo tú.

Dicho esto, Valeria colgó.

Pero al segundo, Santiago volvió a llamar.

Valeria se sintió algo irritada, apagó el teléfono y lo dejó sobre el escritorio, luego empujó la puerta del cuarto de descanso y entró.

Era común que los restauradores trabajaran horas extras durante la noche, así que cuando decoró el taller, había separado un cuarto de descanso dentro de su oficina.

El cuarto de descanso tenía un baño y todos los artículos de uso diario y ropa para cambiar.

A veces cuando estaba muy ocupada también traía a Nicolás, primero lo dormía y luego iba a trabajar.

Por eso en el cuarto de descanso también había artículos de uso diario de Nicolás.

Valeria se bañó, se cambió el pijama y justo cuando se preparaba para dormir, se escucharon llantos de un niño afuera.

—¡Mamá! ¡Mamá, abre la puerta!

Valeria se sobresaltó.

¿Era Nicolás?

Salió de la oficina y caminó hacia la puerta principal del taller.

A través de la puerta de vidrio, Santiago cargaba a Nicolás, que no paraba de llorar, mientras la miraban.

Nicolás llevaba una chaqueta, pero debajo solo tenía puesto el pijama.

Sus pequeños pies estaban descalzos, sin siquiera calcetines.

La temperatura exterior en las noches de invierno en San Aurelio llegaba a casi treinta grados bajo cero.

La resistencia de Nicolás era tan pobre, ¡¿qué pasaría si se resfriaba?!

Valeria se enojó un poco, se acercó y abrió la puerta.

—¿Por qué lo trajiste tan tarde?

—¡Mamá!

Nicolás soltó a Santiago y se lanzó hacia Valeria.

Ella instintivamente extendió los brazos para atraparlo.

Nicolás se aferró fuertemente a su cuello, hundiendo la cara en su cabello. Lloró desconsoladamente.

—¡Mamá, ¿ya no me quieres?! Por favor, mamá, no me abandones.

Valeria frunció ligeramente el entrecejo, estaba pálida.

Su abdomen, que había dejado de dolerle hace unas horas, comenzó a molestarla otra vez.

Continue to read this book for free
Scan code to download App

Latest chapter

  • Señor Rodríguez, la señora declara que ya no dará marcha atrás   Capítulo 183

    —¿Una invitación de boda? —Rafael se acercó para ver—. ¡Maldición, de Santiago y Mariana! ¿Quién te la mandó? ¿Mariana? ¿Está loca?Valeria sonrió con frialdad y la tiró a la basura.—¡Te está molestando a propósito! —Él no podía contener su rabia, se agachó y sacó la invitación del basurero—. Espera, déjame ver la dirección. ¡El día de la boda les voy a mandar excremento a ese par de desgraciados!Ella suspiró con resignación.—No vale la pena rebajarse a su nivel. —Ella reaccionó con mucha calma—. Lo más importante es que vivamos bien nuestras vidas.Él estaba furioso, pero al ver que parecía no darle importancia al asunto, no dijo más. Con un movimiento brusco, la invitación volvió a caer en el basurero.***Los Almendros.El elevador llegó al piso treinta y dos, se abrieron las puertas y Valeria y Rafael salieron.—¡Monstruo, toma esto!Con el grito del niño pequeño, una espada de juguete de madera se dirigió al abdomen de Valeria. Ella arrugó la cara. Cuando se preparaba para esqu

  • Señor Rodríguez, la señora declara que ya no dará marcha atrás   Capítulo 182

    —¿Ah? —La anciana se veía sorprendida—. ¡Este niño es muy travieso! Disculpe, el papá y la mamá de mi nieto se divorciaron, acabamos de mudarnos ayer. Estaba ocupada organizando la casa y no presté atención. ¡Le aseguro que tendré más cuidado, más cuidado!La actitud de disculpa de la anciana era genuina. El gerente insistió varias veces en que debía vigilar bien al niño y que si quería jugar, debía hacerlo en el área del jardín en la planta baja. Entonces, la señora prometió que cuidaría bien a su nieto, mostrando una actitud de arrepentimiento muy buena.Valeria sabía que no era fácil para una anciana cuidar a un niño. Además, los niños de cinco o seis años están en la edad más traviesa; hacer travesuras era muy común. Valeria no siguió insistiendo en el asunto. Sin embargo, se mantuvo alerta.***Después de que se fueron el gerente y Valeria, la anciana cerró la puerta. Adentro, dejó el tazón de cerámica y sacó su teléfono para marcar un número.—Hola, hice lo que me dijiste, pero n

  • Señor Rodríguez, la señora declara que ya no dará marcha atrás   Capítulo 181

    El repartidor se quedó en el suelo durante un buen rato antes de poder levantarse.Tenía moretones por la caída, pero afortunadamente llevaba ropa gruesa y no se había lastimado gravemente. Valeria llamó a la administración del edificio, pues el pasillo tenía cámaras de seguridad.La administración trajo a una señora de limpieza para quitar toda la espuma del suelo. Luego se llevaron a Valeria, a Carmen y al pobre repartidor a la sala de monitoreo. Allá les comentaron:—Ya lo encontramos. —El empleado sacó las imágenes de la cámara que había revisado y se las mostró a todos.Las cámaras mostraban que, cerca de las siete de la mañana, un niño pequeño del apartamento de enfrente había estado jugando con agua y jabón en el pasillo. El niño parecía tener unos cinco o seis años. El pequeño corría de un lado a otro por el corredor, derramando el jabón por todas partes. Y, lo más indignante, era que el niño había salpicado la puerta de ellas varias veces de manera intencional.—¿Los adultos d

  • Señor Rodríguez, la señora declara que ya no dará marcha atrás   Capítulo 180

    Esa mamá tan tierna debería ser solo para él.—Los sentimientos entre adultos son muy complicados. —Amanda le acarició la cabeza a Nicolás, con tono compasivo—. Nicolás, ¿quieres ir a ver a tu mamá Valeria?—¡Sí quiero! ¡Muchísimo!Los ojos de él se llenaron de lágrimas. Se limpió con la manga y dijo con voz quebrada:—Pero papá me dijo en el avión que no puedo molestarla más. También dijo que, si quiero verla, primero tengo que pedirle permiso, ¡y solo puedo ir a buscarla si él está de acuerdo!—¿Qué tal si fingimos que fue solo un encuentro casual?—¿Un encuentro casual? —Nicolás abrió los ojos muy grandes—. Abuela, ¿ya tienes un plan?Ella le tocó la mejilla.—Sí, ya pensé en una manera perfecta para ayudarte.—¡Wow! —Él se llenó de alegría y se lanzó a los brazos de ella para abrazarla.—¡Abuela, eres increíble! Eres tan genial y además eres tan buena conmigo. ¡Te amo muchísimo!Amanda abrazó al niño y le acarició su cabecita, mientras en sus ojos se ocultaba maldad.***Valeria ll

  • Señor Rodríguez, la señora declara que ya no dará marcha atrás   Capítulo 179

    Villa Esperanza. Con el permiso especial de Lucas, Mariana había dejado el hospital para preparar su boda.Durante estos días, Amanda se había instalado en la villa para ayudar a Nicolás y organizar los preparativos del matrimonio. Después del último episodio, Lucas había gastado una fortuna para conseguir un medicamento experimental en el extranjero. Este costaba cientos de miles de dólares, logrando sacar a Mariana de las garras de la muerte.El tratamiento había surtido efecto: el estado de ánimo de ella había mejorado y su cara tenía mejor aspecto. Aunque Santiago estaba de viaje de trabajo, ella mantenía la costumbre de llamarlo por videollamada cada día a la misma hora. Con su memoria fragmentada y el cáncer cerebral, Santiago solía seguirle la corriente la mayor parte del tiempo.Sin embargo, cuando el trabajo lo absorbía, no siempre podía atender sus llamadas. Para Mariana, esa rutina de "supervisión" se había vuelto algo que disfrutaba. Ese día, la empresa de eventos había tr

  • Señor Rodríguez, la señora declara que ya no dará marcha atrás   Capítulo 178

    Después de mandar el mensaje, Valeria no esperó su respuesta. Luego, fue al cuarto de descanso, se acostó y se durmió.Despertó de la siesta a las dos y media. Se levantó, se lavó la cara, salió de la oficina y entró otra vez al cuarto de restauración. Hasta que terminó el trabajo, recordó revisar si Santiago le había contestado. Efectivamente, había respondido:"Estoy en Ciudad Estelar en un viaje de negocios. En un par de días regreso y entonces fijamos el horario".Después de leer el mensaje, Valeria no le contestó. Antes de irse, Rafael le preguntó otra vez si le había dicho cuándo. Ella le contó la verdad. Entonces, él dijo:—Probablemente, no miente. Ayer el maestro me dijo que una pieza en el extranjero podría ir a juicio, ¡el equipo de abogados fue estos días a discutir estrategias con Antonio y los demás!—Mmm, entonces esperemos un par de días más —dijo ella.—Vamos, te llevo a casa.—No hace falta, vete tú. Vine en mi auto esta mañana.Al escuchar esto, Rafael no dijo más.—

More Chapters
Explore and read good novels for free
Free access to a vast number of good novels on GoodNovel app. Download the books you like and read anywhere & anytime.
Read books for free on the app
SCAN CODE TO READ ON APP
DMCA.com Protection Status