Amor Oscuro

"Look, Mi amor, I don't know what goes on in that crazy head of yours but what I do know is that we can both help each other," Nikolai said, running a hand across my cheek. "How?" I breathed. "Marry me." ****** After the death of her mother, Sarah DeVille has been encountering one problem after the other. From the taunting of the pack members to her fiance's betrayal, Sarah has finally had enough. When she decides to leave the pack for good, she is suddenly hit with news that would change her forever. "Nikolai Mezzeselma has arrived."

Meu casamento era só fachada. Por trás das juras de amor do meu marido, existia apenas covardia e interesse. Ele me entregou, como se fosse um presente, nas mãos de Ícaro Figueiredo — o CEO frio e poderoso da SkyLança. A partir daquela noite, minha vida virou um jogo perigoso. Sob a luz do dia, eu era apenas a assistente dedicada de Ícaro. Mas, quando as luzes se apagavam, eu me tornava sua obsessão secreta — e também sua prisioneira. Ícaro mandava em tudo: meu trabalho, meus horários, até minha liberdade. Ele exigiu meu divórcio, impôs um contrato frio — um ano ao lado dele, sem direito a casamento, sem ilusões de amor. Ele era arrogante. Sempre me dizia que eu não era digna, que não merecia sonhar com um final feliz ao lado dele. Quando enfim o contrato terminou, achei que estava livre do meu cárcere dourado. Um novo amor apareceu — doce, honesto, disposto a me dar o mundo. Eu aceitei seu pedido de casamento, acreditando que finalmente teria paz. Mas, bem no altar, Ícaro explodiu. Rasgou um acordo de bilhões na frente de todos, jogando as páginas ao vento como se fossem neve sobre meu véu. O olhar dele era puro fogo — raiva, desejo, posse. Diante da plateia perplexa, ele declarou: — Quero ver quem tem coragem de roubar minha mulher! Ele sempre disse que não me amava, mas nunca me deixou ir. No jogo de poder e paixão, ele caiu na própria armadilha: virou prisioneiro do seu próprio desejo. Desta vez, não há contrato. Apenas uma certidão de casamento. E ele deixou claro: — Quero você pra sempre. Só minha. Só me amando.

Andrea Silva se vio obligada a casarse con el supuesto novio de su hermana gemela, Camila Silva, tras la huida de su hermana. Andrea quedó profundamente desconsolada al descubrir que el hombre con el que acababa de casarse estaba enamorado de su hermana y que ella solo era una sustituta hasta que Camila regresara. Andrea pensó que podría enamorar a Damine Fel, pero ¿qué pasaría si su hermana regresara y quisiera recuperar a su novio? ¿Qué pasaría si su esposo la obligara a divorciarse? ¿Qué pasaría si descubriera que estaba embarazada de él, pero él no quería saber nada de ella?

—Vete —ordené, orgullosa de que mi voz no sonara ni la mitad de temblorosa de lo que me sentía por dentro. —¿Eso es lo que realmente quieres, Keera? —preguntó en un susurro. Antes de que pudiera responder, tomó mi mano y la levantó lentamente, llevando mis dedos hasta su nariz. Los mismos dedos que habían estado dentro de mí hacía apenas unos minutos. Mi corazón golpeó con fuerza en mi pecho. No apartó los ojos de los míos mientras inhalaba el aroma de mi deseo, y luego llevó mis dedos a su boca, pasando su lengua por ellos y lamiéndolos con lentitud hasta dejarlos limpios. ⸻ Keera No deberían existir. Era imposible. Eran errores de la naturaleza. Eso fue lo primero que pensé de los hombres lobo. Y durante años creí tener razón, porque todos los que conocí no hicieron más que herirme. Especialmente él. Me sentí atraída hacia él desde el primer momento en que lo vi. Antes de darme cuenta de que me odiaba. No quería admitirlo, pero él fue quien reforzó mi odio hacia los hombres lobo. No tenía ninguna obligación de ayudarlos. Pero lo hice. Y vi cómo mi vida se desmoronaba. Crucé cada límite que alguna vez me impuse al involucrarme con él, hasta descubrir que era mi pareja destinada. ⸻ Grayson La odiaba antes incluso de conocerla en persona. Nuestra relación era prohibida. Los hombres lobo no podían emparejarse con humanos. Ni siquiera creía que fuera una posibilidad. Pero eso fue antes de ella. Descubrí que era mi alma gemela. Y en ese momento supe que no podía dejarla ir. No me importaba renunciar al título de Alfa si eso significaba estar con ella. Porque, le gustara o no, ella sentía lo mismo por mí.

Hugo Martínez, un genio de la medicina, salvó a Eva González en un accidente automovilístico, pero también la familia González cubrió los gastos médicos de su madre, y así, sus vidas que eran como dos líneas paralelas, han sido obligadas a cruzarse. Para pagar la deuda con la familia González, y también rendirse ante las lágrimas de Eva, ellos se casaron. Cinco años de matrimonio, cuatro de ellos como extraños en la misma cama. Hasta que el primer amor de Eva regresó con una niña, por fin llegó al final. Una vez divorciada, creía que Eva ya estaba cansada de él, pero no, seguía molestándole, que sea en la ciudad o en otro país, negándose el divorcio. El amor de Hugo ya estaba agotado, pero Eva apenas acababa de comenzar, no podía adaptarse a la vida sin Hugo y comienza a perseguirlo sin parar.  Pero después de la desesperación, ¿podrían volver juntos?

El primer amor del esposo de Estrella Mendoza padecía una enfermedad terminal y, a menudo, él le decía a ella: —Estrella, a Isabella no le queda mucho tiempo de vida, no te pelees con ella. Para compensar sus remordimientos, su esposo acompañó a su primer amor a recorrer todas las bellezas del mundo. Incluso, él llegó al descaro de entregarle a Isabella Reyes la boda que había preparado para ellos. Hasta su hijo de cinco años se aferraba con nostalgia a las piernas del primer amor de su padre. —Mamá no es ni la mitad de buena que la señora bonita, ¿por qué la señora bonita no es mi mamá? Estrella decidió dejarlo ir para que estuviera con ella. Les arrojó los papeles de divorcio y se marchó sin mirar atrás. Más tarde, ambos aparecieron frente a ella: su exesposo con la cara llena de arrepentimiento y su hijo con lágrimas en los ojos. —¿De verdad ya no nos quieres? En ese momento, un hombre apuesto rodeó la cintura de Estrella con sus brazos. —Amor, ¿por qué sigues aquí? Nuestro hijo está en casa esperando que lo amamantes.

A irmã gêmea de Íris Castelo foi humilhada antes do casamento e morreu. Íris, então, assumiu a missão em um momento crítico: precisou tirar a armadura de guerreira e se casar no lugar da irmã, se tornando a Imperatriz do reino de Gretis. O Imperador tinha um amor falecido, e todo o harém era composto por concubinas que eram “cópias” dessa paixão idealizada. Além disso, ele dedicava todo seu afeto à Consorte Imperial. Como Íris não se parecia em nada com esse amor do passado, todos acreditavam que ela seria desprezada pelo Imperador e logo deposta. E de fato, no segundo ano de casamento, o casal imperial decideu se separar. Mas não era a Imperatriz que seria deposta, era ela quem queria largar o Imperador. Naquela noite, o Imperador se agarrou desesperadamente às roupas da Imperatriz e disse: — Se quiser ir embora, passe por cima do meu cadáver! As concubinas choravam como torneiras, tentando impedi-la: — Imperatriz, não abandone a gente! Se for mesmo partir, nos leve com você!

Nove anos de namoro, Leonardo amava Julia com toda a alma e era reconhecido como o marido exemplar do círculo social. Mas ele não resistiu à tentação e procurou a emoção de uma aventura, traindo-a pelas costas. Achava que estava escondendo tudo sem deixar rastros. De dia acompanhava a esposa, de noite se encontrava com a amante. O que ele não sabia era que Julia já havia descoberto tudo, apenas escolheu sofrer em silêncio. Enquanto ele estava numa viagem romântica com a amante, ela em segredo providenciou seu atestado de óbito. Quando ele voltou da traição, ela lhe entregou os papéis do divórcio como "presente". Um mês depois, Julia desapareceu por completo do mundo dele. Vendo o atestado de óbito e os documentos do divórcio, Leonardo se ajoelhou no necrotério e chorou com desespero. Ele fez todos que machucaram Julia pagarem o preço, incluindo ele mesmo. Mas sua Julia havia "morrido" de verdade. ... Anos depois, num jantar de gala, se encontraram por acaso. Ela já era uma designer de renome internacional, elegante e serena. Ele ficou com os olhos vermelhos e se ajoelhou na frente de todos pedindo perdão. Julia olhou para ele e disse com frieza: — Senhor Leonardo, a gente se conhece? ... De madrugada, Leonardo não conseguiu se controlar e ligou para ela, pedindo com a voz humilde e trêmula: — Julia, eu errei, você pode me dar mais uma chance? Do outro lado da linha veio a voz de um homem desconhecido: — Amor, seu ex-marido está ouvindo, tem certeza de que quer continuar?