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Donde el amor me dejó vacía

Donde el amor me dejó vacía

El día en que Rosa, el amor de mi esposo, enferma terminal, dio a luz a su hijo, mis suegros contrataron a diez guardaespaldas para vigilar la sala de partos y asegurarse de que yo no apareciera a hacer un escándalo. Pero la verdad es que nunca fui. Mi suegra, Melina, le tomó la mano a Rosa conmovida: —Rosa, mientras estemos nosotros aquí, ¡Fiona jamás podrá hacerte daño a ti ni a tu bebé! Mi esposo, Benito Cruz, con ternura en la mirada, la acompañaba durante el parto, secándole el sudor de la frente. —Tranquila, mi padre está con su gente en la entrada del hospital. Si Fiona se atreve a venir, la sacamos en el acto. Al ver que pasaban las horas y yo no aparecía, por fin se tranquilizó. Para él no tenía sentido pensar que yo fuera capaz de armar una escena. Solo quería cumplirle a Rosa su último deseo: ser madre antes de morir. ¿Por qué yo me empeñaría en arruinarlo? Cuando escuchó el llanto del recién nacido en brazos de la enfermera, no pudo evitar sonreír con alivio. Pensó que, si al día siguiente yo iba a disculparme con Rosa, se olvidaría de todas nuestras peleas. Incluso estaba dispuesto a dejar que yo criara al niño como si fuera mío. Lo que él no sabía era que, en ese mismo instante, yo acababa de entregar mi informe en la ONU. En una semana iba a renunciar a mi nacionalidad para unirme a Médicos Sin Fronteras. Y desde entonces jamás volvimos a vernos.
Maikling Kwento · Romance
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Después de 99 decepciones, ya no quiero su amor

Después de 99 decepciones, ya no quiero su amor

El día de mi boda, mi hermana menor regresó al país de improviso. Mis papás, mi hermano y mi prometido me dejaron sola y se fueron al aeropuerto a recibirla. Mientras ella subía a sus redes una foto grupal, presumiendo que todo mundo la adoraba, yo marqué una y otra vez: me colgaron todas las llamadas. El único que contestó fue mi prometido: —No hagas un drama; la boda se puede volver a celebrar. Ese día me convirtieron en el hazmerreír de la boda que tanto había esperado. La gente señalaba, se burlaba, y yo tragué en seco. Respiré hondo, arreglé todo yo sola y, en mi diario, escribí un número nuevo: 99. Era la decepción número noventa y nueve. Entendí que no iba a seguir esperando su amor. Completé la solicitud para estudiar en el extranjero y empaqué mi maleta. Todos creyeron que, por fin, me había calmado. No sabían que ya me iba.
Maikling Kwento · Romance
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La sombra de la traición y el abrazo del hermano mayor

La sombra de la traición y el abrazo del hermano mayor

Los dos hermanos con los que estaba comprometida se enamoraron de la hija adoptiva de mi familia. Para ganar su cariño, me engañaron para que me rapara la cabeza y, acto seguido, me encerraron toda la noche en una pista de esquí. Por petición de mis padres, aguanté todo en silencio. Pero un día, mi hermana se cortó un dedo mientras pelaba frutas, por lo que ellos me obligaron a ir al hospital para donar dos litros de sangre. Lloré y supliqué, pero alegaron que ese era el castigo que merecía por haberla maltratado. Fue en ese momento que perdí toda esperanza… y me subí al carro del hermano mayor de ellos. Sin embargo, aquellos dos, que no dejaban de decir que querían cancelar el compromiso, terminaron llorando de arrepentimiento el día de mi boda.
Maikling Kwento · Romance
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Una Criminal Me Robó la Vida

Una Criminal Me Robó la Vida

Mi esposo era alabado por mis amigos como un amor perfecto. Todos decían que me amaba locamente, que me trataba como una princesa. Hasta que fui a mi chequeo de embarazo. Mi prima Aurora, antes de suicidarse, le hizo una llamada de despedida. Sin dudarlo, me abandonó, que embarazada de seis meses y salió corriendo despavorido. Mi madre quería que fuera comprensiva y que "prestara" a mi esposo a Aurora con depresión. Mi hermano también me regañó: —Que sigas en esta familia se lo debes a ella. ¡Lo que ella pida, se lo das! Me pareció absurdamente ridículo. ¿Acaso yo no era la familia de ustedes? Ella solo era una intrusa que se adueñó de lo ajeno. Pero cuando por fin decidí renunciar a todos ustedes, ¿por qué se arrepintieron?
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Morí traicionada, renací para destruirlo

Morí traicionada, renací para destruirlo

El mismo día que me tocó dar a luz, la alumna de mi esposo —embarazada y con el orgullo atravesado— decidió largarse sola a escalar la Cordillera de los Andes. Mientras él se la pasaba buscándola sin dormir, como un desesperado, yo estaba en el hospital, desangrándome en un parto complicado que me mandó directo a terapia intensiva. Cuando por fin abrí los ojos, lo primero que vi fue al médico entregándole a mi esposo el parte donde decía que mi vida estaba en riesgo... y él, en vez de acercarse a darme un poco de consuelo, me aventó en la cara los papeles del divorcio. —Camila es mi mejor estudiante —me soltó, serio—. No me voy a quedar de brazos cruzados viendo cómo hace semejante locura. Tú vas a ser mamá, te toca aguantar. En esa vida no firmé. Apenas salí de la sala de partos, me fui directo a la universidad a denunciarlo por la relación que tenía con su alumna. A ella la terminaron sacando del posgrado, y la presión fue tan fuerte que un día se cortó la garganta delante de mí. Cuando él llegó, ya no había nada que hacer: dos vidas se habían ido de golpe. Él no dijo una sola palabra, organizó el entierro y después me trató como si nada hubiera pasado. Yo, ingenua, pensé que por fin la vida iba a darme un respiro. Pero el día que nuestra hija cumplió un año, él le pisó al acelerador y el carro en el que íbamos se fue directo al precipicio. Ese mismo día... se cumplía un año de la muerte de su alumna. Cuando volví a abrir los ojos, estaba otra vez en la sala de partos, justo en el momento en que casi se me iba la vida.
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No Era tu Socia, Era tu Dueña

No Era tu Socia, Era tu Dueña

Durante cinco años, lo apoyé en silencio, ayudando a mi novio a pasar de ser un simple asistente legal a socio en Ponce & Beltrán Abogados. En la ceremonia anual de premios del despacho, yo estaba emocionada, lista para celebrar con él y darle una sorpresa. Pero entonces lo vi subir al escenario con una compañera. Estaban uno al lado del otro, con una cercanía que no dejaba lugar a dudas. —Rodrigo está donde está, gracias a mí, gracias a que estuve detrás de él planeando cada paso. Tania presumió, con una sonrisa victoriosa. Él sonrió y le dio la razón. —Es cierto. Sin Tania, yo no estaría hoy aquí. La sala estalló en una ovación y todos los presentes se apresuraron a felicitarlos. Yo, de pie entre la multitud, sentí que el suelo se abría bajo mis pies. Salí del salón y le marqué a mi asistente. —Retírale todo el apoyo de nuestros contactos a Rodrigo y cancela cualquier colaboración que tengamos. También vamos a dejar de usar influencias para apoyarlo en ese caso irregular que tomó. Que asuma las consecuencias solo.
Maikling Kwento · Romance
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Mi prometido me mató a mí y a nuestro hijo por su primer amor

Mi prometido me mató a mí y a nuestro hijo por su primer amor

Al renacer en esta segunda vida, tomé una decisión: mantendría la máxima distancia posible de Santiago Fernández. Cuando lo vi llegar como director a mi empresa, renuncié esa misma tarde. Cuando compró un apartamento en mi edificio, me mudé al otro extremo de la ciudad. Y cuando anunció que dirigiría el imperio familiar desde aquí, solicité mi traslado internacional. En mi vida anterior, lo había obligado a casarse conmigo usando mi embarazo como chantaje. Pero justo el día de la boda, su primer amor regresó. Al vernos juntos en el altar, corrió hacia la terraza y saltó al vacío. Santiago fingió que nada había pasado y se casó conmigo, sonriendo. El día de nuestro aniversario de bodas, nos llevó a mi hija y a mí a hacer puénting. Pero él cortó las cuerdas, y mi hija y yo caímos, muriendo destrozadas. Después de nuestra muerte, se inclinó sobre nuestros cuerpos y rio con crueldad: —¡Si no fuera por ti, Valentina no se habría suicidado! ¡Ahora ve y págale por tu culpa! Cuando volví a abrir los ojos, había regresado a esa noche en que usé mi embarazo para obligarlo a casarse.
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Si tu n'avais plus que 72 heures à vivre

Si tu n'avais plus que 72 heures à vivre

Le jour où j'ai décidé de donner mon corps à la science, ma famille s'est rassemblée autour de ma sœur adoptive, Chloé, pour fêter son admission dans un programme expérimental de pointe. Celle qui était censée avoir un cancer du cerveau, c'était moi. Mais Chloé avait profité de la position de mon mari, Zane, à l'hôpital pour échanger ses dossiers médicaux sains contre mon diagnostic en phase terminale. Elle m'a volé ainsi la seule chance que j'avais de survivre. Et le pire ? Tout le monde l'a applaudie. La douleur est devenue insupportable. J'ai lutté pour rester présente, jusqu'au moment où j'ai surpris les infirmières chuchotant : « Heureusement que le docteur Zane a obtenu cette place pour Chloé. Ils disaient qu'il ne lui restait que trois jours à vivre. » Alors, pendant les soixante-douze dernières heures de ma vie, j'ai tout lâché, en silence. Quand j'ai remis à Chloé les manuscrits originaux de mes romans, dans lesquels j'avais mis toute mon âme, mon père et mon frère m'ont adressé un sourire satisfait. Quand Zane a décidé d'exaucer le vœu soi-disant ultime de Chloé en l'épousant, il m'a tendu les papiers du divorce. J'ai signé sans la moindre hésitation. Il a soupiré et m'a félicitée d'être enfin raisonnable. Et quand c'est moi qui ai poussé notre fille, Olivia, à appeler Chloé « maman », Olivia s'est exclamée que sa nouvelle maman était la meilleure. « Ne t'inquiète pas, » m'a rassurée Zane. « C'est juste pour la protéger pour l'instant. Une fois qu'elle sera partie, tout reviendra vers toi. » J'ai tout donné à Chloé, exactement comme ils le voulaient. Alors pourquoi, quand ils ont découvert que tout cela n'était qu'un mensonge abject inventé par Chloé, sont-ils venus pleurer pour ça, en disant que c'est moi qu'ils avaient toujours voulu ?
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El riñón y la fortuna que le dieron a mi hermana

El riñón y la fortuna que le dieron a mi hermana

En la etapa terminal de mi insuficiencia renal, mi esposo le dio a mi hermana menor el único riñón que se adaptaba a mí. Rechacé la propuesta del médico de seguir esperando por otro riñón y me di de alta anticipadamente. Después de tanto dolor y desilusión, ya no tenía fuerzas para seguir luchando. Le entregué a mi hermana menor toda la fortuna que había construido durante estos años y, por fin, pude ver a mis padres sonreírme. Mi esposo quería cuidarla día y noche sin descanso. Pero yo solo no me enojé, sino que le aconsejé que fuera muy atento con ella. Incluso, cuando mi hijo dijo que quería que mi hermana fuera su mamá, también asentí sonriendo. Todo salió como ellos querían... entonces, ¿por qué ahora se arrepentían?
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De Su Amor a Su Venganza

De Su Amor a Su Venganza

Durante mucho tiempo, Inés del Valle creyó que Emiliano Cornejo era su única luz en este mundo. Hasta que, mirándola directamente a los ojos, él le dijo con cruel indiferencia: —Mi compromiso con Mariana Altamirano no se cancelará. Si quieres, puedes seguir siendo mi amante. En ese instante, Inés despertó. Esa luz que tanto amaba, hacía mucho se había convertido en la sombra que la asfixiaba. Esa misma noche, se marchó de la casa sin volver la vista atrás. Todos pensaron que una huérfana como ella, sin el respaldo de los Cornejo, no tardaría en arrastrarse de vuelta, rogando por perdón. Pero entonces ocurrió lo inesperado. En plena ceremonia de compromiso entre los Cornejo y los Altamirano, Inés apareció vestida de rojo, del brazo del patriarca de los Altamirano, Sebastián Altamirano. Ya no era la mujer abandonada: ahora era la cuñada del novio. El salón entero quedó en shock. Emiliano, furioso, pensó que todo era una provocación. Dio un paso hacia ella… Y entonces una voz helada, firme como el acero, se dejó oír por encima de todos: —Atrévete a dar un paso más… y verás lo que pasa.
Romance
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