Divorcio pactado y libertad total
Cuando Cecilia Contreras yacía cubierta de sangre en la sala de emergencias, su esposo Nicolás Aguirre y su hija estaban acompañando a su primer amor.
En ese momento, ella tomó la decisión de divorciarse.
Todos se burlaban de aferrarse a Nicolás, pero nadie sabía que, la diseñadora de joyas genio de la que se rumoreaba en la industria era ella.
La operadora bursátil "L" de Jualí era ella.
Incluso en la lista de proveedores del medicamento especial que Nicolás buscaba para salvar a su primer amor, figuraba su nombre de soltera, que la familia Aguirre había tirado a la trituradora.
Después del divorcio, Nicolás decía que era una estrategia para llamar su atención.
Su hija decía que ella se buscaba su propio sufrimiento.
Todos esperaban ver su fracaso.
Hasta que un boceto de anillo de boda que dibujó sin mayor esfuerzo se vendió por un precio a las nubes en una subasta.
Una nave médica aterrizó en la mansión familiar para llevarla a realizar una cirugía de alto secreto.
Su propia hija, a quien él había mimado, sostenía con manos temblorosas un informe crítico:
—La única médula compatible en el banco genético está a nombre de mamá.
En una noche de tormenta, Nicolás se arrodilló.
Cecilia, caminando sobre la alfombra roja, levantó su velo enjoyado con zafiros y susurró:
—Sr. Aguirre, por la operación para salvar a tu amor, exijo el 51% de las acciones del Grupo Aguirre.