Cuando Gabriela Se Va, El Amor Despierta
Después de siete años de matrimonio, Gabriela Morales sabía que su esposo Rafael Sánchez no había olvidado a su amor imposible: Celeste Rivera.
Los dos habían tenido una historia apasionada, y todos decían que era cuestión de tiempo para que volvieran a ser pareja. Hasta su propio hijo adoraba a esa mujer: —Tía Celeste, ojalá toda tu enfermedad se le pasara a mamá.
Al ver una vez más a su esposo e hijo rodeando a Celeste, Gabriela tomó la decisión.
Esta vez no hubo gritos ni reproches. Simplemente compró un boleto a San Vicente y dejó sobre la mesa los papeles de divorcio junto con una carta donde dejaba atrás a su hijo para siempre.
Su hijo cruel y su marido indiferente ahora podían ser de esa mujer, y formar por fin la familia completa que tanto habían deseado.
Pero un año después, cuando Gabriela ya era reconocida en todo el sector por su trabajo en hipnosis clínica y psicoterapia, llegaron a su consulta dos pacientes muy especiales: un hombre y un niño.
El hombre, con los ojos inyectados en sangre, la sujetó con desesperación del brazo: —Gabriela, no nos dejes.
Y el pequeño Mateo, agarrado a su falda, murmuró: —Mamá, ¿regresas a casa? Solo quiero que tú seas mi mamá.