Share

Capítulo 8

Author: Cristina
—¡Problema en los ojos no significa ciega! ¿Por qué tenemos que estarla consintiendo todo el tiempo?

La directora le dio un manotazo suave en la frente a Ester, como regañándolo por lo bajo.

—Cuida lo que dices, chamaco —le advirtió con una sonrisa disimulada.

Luego, me rodeó con los brazos y me atrajo hacia su pecho. Me acariciaba la espalda con ternura, como lo haría una madre de verdad.

—Entonces a partir de ahora serás mi hija, ¿te parece? Una niña tan buena… si ellos no te quieren, yo sí.

Me rompí. Me aferré al cuerpo cálido de la directora y lloré sin contenerme, como si todos los años de silencio se me hubieran acumulado en la garganta. Junto a nosotros, Ester murmuró en voz baja con cara de pocos amigos:

—Si te hace su hija… entonces serías mi hermana.

***

Mis años de preparatoria fueron, sin duda, los más tranquilos y felices de mi vida. Incluso durante las vacaciones de invierno o verano, siempre encontraba una excusa para quedarme en los dormitorios, según yo, por “estudiar”.

A los Fernández, la verdad, ya ni les importaba. Me enteré de que andaban como locos, llevando a Carina de un doctor a otro, de un curso a otro, intentando que no se quedara atrás en nada. Estaban tan ocupados que hasta habían descuidado el negocio familiar. La mesada que me mandaban se volvió miserable.

Por suerte, hacía tiempo que había alcanzado mi independencia económica. Ya no necesitaba nada de ellos.

Desde muy pequeña, tenía buen ojo para las obras de arte. En mi vida pasada, sin embargo, mi padre y Carina lograron hacerme creer que era vergonzoso vincular el arte con el dinero. Decían que era algo "sagrado". Puras mentiras. Mientras me lavaban el cerebro con ese discurso, ellos se llenaban los bolsillos revendiendo las pinturas que yo había descubierto. Ni un peso me tocó nunca.

Esta vez fue distinto. Apenas reconocí sus verdaderos rostros, decidí tomar el control. Le pedí ayuda a la directora, la única persona en la que confiaba de verdad, para invertir inteligentemente.

Ver cómo los números crecían en mi libreta de ahorros fue una experiencia tan reconfortante como liberadora. En el fondo, lo entendí: tener una habilidad que te permita valerte por ti misma es más importante que cualquier apellido.

Ese fin de semana, la directora y Ester habían hecho un hueco en su agenda solo para llevarme de picnic a un parque cercano. la directora se quedó estacionando, así que Ester y yo fuimos a buscar un buen lugar en el pasto.

Estaba emocionada. De verdad quería disfrutar ese día. Pero toda esa ilusión se esfumó en el instante en que vi a lo lejos a la familia Fernández caminando hacia nosotros.

Carina venía del brazo de Julio, como si fuera una pareja recién casada. Detrás de ellos, mis padres, a quienes no veía hacía semanas.

Cuando me vieron, las sonrisas en sus rostros se congelaron, como si les hubieran tirado un balde de agua fría.

Carina, al verme, se escondió detrás de Julio como si yo fuera a lanzarme sobre ella y devorarla. Esa actitud de flor delicada e inocente solo provocó que él la apretara con más fuerza contra su cuerpo, lanzándome una mirada cargada de desprecio.

—Tanto que presumes que estudias... y mírate, puro cuento —espetó Julio, frunciendo el ceño.

Carina se quedó mirando a Ester con incomodidad, como si algo le molestara profundamente. Luego, bajó la mirada y murmuró, mordiéndose los labios con rencor contenido:

—Estrellita, ¿estás saliendo con tu novio? ¿Y tus papás tan preocupados por ti... ni siquiera te das la vuelta en vacaciones para verlos? Antes no eras así... Desde que entraste a la prepa, cambiaste.

Mis santísimos padres, cómo no, también entraron al juego, lanzando gritos indignados como si estuvieran en una telenovela:

—¡Estrella! ¿Cómo te atreves a engañar a tus padres por un muchacho? ¡A tu edad! ¿Nos quieres matar del coraje?

—¿Cuándo vas a aprender a ser obediente como Carina?

Uno tras otro, me lanzaban acusaciones como piedras, sin dejarme espacio ni para respirar. Ni una palabra me dejaron decir.

Ester, aunque ya conocía las historias que le había contado sobre mi familia, se quedó pasmado.
Continue to read this book for free
Scan code to download App

Latest chapter

  • El amor no se puede forzar   Capítulo 9

    Justo en ese momento, la directora llegó corriendo tras haber estacionado el carro. Al verlo, los papás de Carina cambiaron la cara de inmediato: de furiosos a sonrientes, como si nada hubiera pasado.Carina entrará a la prepa el próximo año. Aunque sus calificaciones dejan mucho que desear, sueña con ir a la mejor escuela, así que ya empezaron a pensar en pedirle favores a la directora.Desde que supieron que Ester era hijo de la directora de una escuela de prestigio, Carina no pudo disimular su nueva actitud. Se le notaba en la cara… incluso soltó el brazo de Julio, al que había estado abrazando.—Yo sabía que mi hermanita Estrella no nos mentiría —dijo Carina con una voz empalagosa.Los papás Fernández también reaccionaron al instante, se rieron con incomodidad y empezaron a pedir disculpas… aunque, claro, no era por mí: lo hacían para no quedar mal con Ester. Yo solo estaba ahí, de paso.—Directora, muchas gracias por cuidar a Estrella… incluso en sus días libres.Ester no pudo evi

  • El amor no se puede forzar   Capítulo 8

    —¡Problema en los ojos no significa ciega! ¿Por qué tenemos que estarla consintiendo todo el tiempo?La directora le dio un manotazo suave en la frente a Ester, como regañándolo por lo bajo.—Cuida lo que dices, chamaco —le advirtió con una sonrisa disimulada.Luego, me rodeó con los brazos y me atrajo hacia su pecho. Me acariciaba la espalda con ternura, como lo haría una madre de verdad.—Entonces a partir de ahora serás mi hija, ¿te parece? Una niña tan buena… si ellos no te quieren, yo sí.Me rompí. Me aferré al cuerpo cálido de la directora y lloré sin contenerme, como si todos los años de silencio se me hubieran acumulado en la garganta. Junto a nosotros, Ester murmuró en voz baja con cara de pocos amigos:—Si te hace su hija… entonces serías mi hermana.***Mis años de preparatoria fueron, sin duda, los más tranquilos y felices de mi vida. Incluso durante las vacaciones de invierno o verano, siempre encontraba una excusa para quedarme en los dormitorios, según yo, por “estudiar”

  • El amor no se puede forzar   Capítulo 7

    —Vaya, los conectados siempre tienen sus privilegios, hasta pueden escoger asiento al centro.—A ver quién se atreve a sentarse con ella… seguro el profe los trae entre ceja y ceja. Qué horror.Uno a uno, los estudiantes fueron tomando distancia, dispersándose como si yo fuera una plaga. Al final, quedé sola, sentada en medio del aula, como una isla entre un mar de indiferencia. Me senté derecha, la espalda recta como una línea, e ignoré por completo los cuchicheos y burlas. En lugar de prestarles atención, abrí tranquilamente un libro de ejercicios y comencé a leer.Entonces alguien tiró de la silla a mi lado y se sentó sin dudar. Una mano alargada, de dedos finos y bien cuidados, se extendió frente a mí.—Hola, ¿tú eres Estrella Fernández? Mucho gusto. Soy Ester Donaire. ¿Puedo ser tu compañero de banco?Lo observé con cautela, sin mostrar emoción alguna. Tenía ese tipo de apariencia limpia y agradable que inevitablemente caía bien.—¿Estás seguro? Sentarte conmigo podría hacer que e

  • El amor no se puede forzar   Capítulo 6

    Cada vez que necesitaban pisotearme para complacer a Carina, sacaban el mismo discurso gastado que ya me tenía harta:—Carina no está bien de salud, y su historia de vida es muy triste. Por favor, sé comprensiva con ella.Pero a mí ya no me afectaba. Porque el conocimiento me había dado algo que ellos jamás pudieron: poder.Empecé a estudiar por mi cuenta en los ratos libres, adelantando materias y leyendo más allá del programa. A los doce años me salté dos grados y me convertí en la estudiante más joven en la historia de nuestra ciudad en entrar a la preparatoria. De pronto, mi nombre estaba en todas partes: la niña prodigio de la familia Fernández.El teléfono de mi papá no dejaba de sonar: familias de renombre querían organizar reuniones, presentarme a sus hijos, incluso hablar de futuros compromisos. Pero por no herir los sentimientos de Carina, mi papá canceló todas esas invitaciones sin pensarlo dos veces.Nunca se detuvo a considerar cuánto me habría beneficiado establecer conex

  • El amor no se puede forzar   Capítulo 5

    —¿Por qué dices eso? Si ya somos una familia...Carina, mientras fingía esquivar las manos de Julio con recato, me lanzó una mirada temerosa, como si yo la estuviera maltratando en silencio, como si fuera su sombra la que la perseguía.Julio de inmediato me fulminó con la mirada.—¡Estrella! ¿Por qué la tratas así? ¿Qué te pasó? ¡Tú no eras así antes!¿Y qué se supone que soy ahora? ¿La cruel? ¿La egoísta? ¿La que cambió? No, los que cambiaron fueron ustedes. Mamá, que antes me cuidaba con todo el corazón. Papá, estricto pero justo. Y tú, el hermano que solía protegerme con todo su ser. Ahora ya no los reconozco.Solté una sonrisa helada. Lo miré directo a los ojos y respondí sin temblar:—¿Por qué no le preguntas a Carina, a ver cómo dice que la “lastimé”? Le di mi cuarto. ¿Qué más quiere?Carina desvió la mirada. Esa culpa involuntaria en sus ojos la delataba. Pero lejos de calmarse, Julio se enfureció aún más, como si ver su fragilidad lo volviera loco.—¡Justamente es esa actitud a

  • El amor no se puede forzar   Capítulo 4

    Incluso en el momento más crucial —el examen de ingreso a la universidad de arte—, Carina tuvo otro de sus episodios con la vista. A mitad del examen, dijo no poder ver bien y no terminó su trabajo. Pero lo que sí hizo fue cambiar los nombres de nuestras hojas antes de entregarlas.Cuando salieron los resultados, reconocí al instante que la obra firmada con el nombre de Carina era, sin duda, la mía.Fui con papá y mamá, pidiéndoles que hablaran por mí. Pero ellos solo abrazaban a Carina, que lloraba como si se le hubiera muerto el alma, y a mí me soltaron su sermón de siempre.—Estrella, tú puedes volver a intentarlo el próximo año, pero Carina ya no tiene tiempo. ¡Tú sabes que en cualquier momento puede quedarse ciega!—Ella ha sufrido tanto desde pequeña… cede un poco, ¿sí? Tú vas a entrar la próxima vez, estamos seguros…Para ellos era tan fácil decirlo. Pero nadie sabía cuántas noches me quedé dibujando en la oscuridad hasta que los ojos me ardían como fuego. Todo porque sabía que,

More Chapters
Explore and read good novels for free
Free access to a vast number of good novels on GoodNovel app. Download the books you like and read anywhere & anytime.
Read books for free on the app
SCAN CODE TO READ ON APP
DMCA.com Protection Status