Vestido robado, venganza millonaria
Crecí fuera del país y, para evitar que volviera con un novio extranjero, mi mamá me arregló en Ciudad de México un prometido de ensueño: Gabriel Méndez, el carismático CEO del Grupo Méndez. Regresé para nuestra fiesta de compromiso.
La boutique de alta costura olía a flores blancas y cuero nuevo. Entre maniquíes impecables, encontré el vestido perfecto: un strapless largo color marfil, limpio como una promesa. Ya iba a probármelo cuando, a mi lado, una mujer alzó la barbilla, le echó un vistazo a lo que traía y le dijo a la vendedora:
—Ese vestido está interesante. Tráemelo a mí.
La asesora me lo arrebató con brusquedad. Se me calentó la cara.
—Todo tiene un orden —dije conteniéndome—. Ese vestido lo vi primero. ¿Aquí ya no existe el “primero en llegar, primero en ser atendido”?
La mujer me miró con pereza, sonrisita de superioridad.
—Ese vestido cuesta veintiséis mil dólares. ¿Tú, con esa facha, puedes pagarlo? —chasqueó la lengua—. Soy la protegida de Gabriel Méndez, CEO del Grupo Méndez. En esta ciudad, la razón la pone la familia Méndez.
Gabriel Méndez… ¿no es mi prometido?
Saqué el celular, e hice una rápida llamada.
—Tu “protegida” me acaba de arrebatar mi vestido de compromiso. ¿Cómo piensas resolverlo?