Del amor viejo, al sendero limpio
El autobús en el que viajaban mi suegra Carmen y mi hijo Nacho volcó en una carretera de montaña.
El vehículo quedó colgado de un árbol al borde del abismo, a punto de desprenderse.
Mi esposo Sergio Mendoza era el capitán del equipo de rescate más cercano, pero la policía descubrió que se había llevado a todo su equipo para acompañar al hijo de su primer amor, Camila López, a un acto escolar.
En mi vida anterior, convencí a un amigo mío, Leo Méndez, de que me ayudara a ir al colegio y sacar a rastras a Sergio para que rescatara a Carmen y a Nacho.
Pero Camila, avergonzada porque su hijo no ganó el primer puesto, cortó toda relación con él.
Además, lo despidieron del equipo de rescate.
Cuando Carmen y Nacho salieron del hospital, Sergio nos ató a Leo y a mí y nos arrojó por el acantilado.
—¡Si no fuera por ustedes, no lo habría perdido todo!
En esta vida, el hijo de Camila consiguió su primer lugar… pero a Sergio ya no le quedaba sonrisa alguna.