Renacer en el Palacio: La Venganza de Carmen
La boda con Diego Velázquez, heredero al reino, se vio empañada por la tragedia. María de Mendoza, la hija adoptiva de Lola —la nana que había cuidado a Diego desde niño—, se quitó la vida. La encontraron ahorcada, vestida con un traje de novia.
El vino de la boda resbaló de las manos de Diego. Tras un largo silencio, soltó con voz fría, sin una pizca de emoción:
—Dale una buena suma de dinero a Lola. Y asegúrate de que María tenga un entierro digno.
Y no dijo más. Continuó con la ceremonia como si nada hubiera pasado, como si aquello no le afectara.
Cinco años después, la víspera de que Diego ascendiera al trono, recibí la noticia: no podía tener hijos.
Me envió a un convento, donde pasaría el resto de mis días, con la condición de no volver a pisar el palacio.
Esa misma noche, me mostró una fotografía de María y, sin inmutarse, me dijo:
—Cuando ella murió, llevaba mi hijo. Si no fuera por la influencia de tu familia en la corte, dime, ¿cómo habríamos terminado casándonos? ¿Y qué habría sido de María?
—Carmen Pimentel, no sirves ni para ser madre. Quédate aquí, reza y paga por tus pecados. Ora por el alma de María y de nuestro hijo.
En menos de un año, mi familia Pimentel fue acusada de traición y todos fueron ejecutados. Yo, por mi parte, morí de un infarto, desangrándome por la boca.
Cuando volví a abrir los ojos, me encontré de vuelta en el día de mi boda, justo antes de entrar al palacio.