¡La novia humillada que se convirtió en la jefa!
Cinco años de amor ciego y el novio la dejó plantada en el altar para correr detrás de la amiga suicida de la infancia. Ese día, Lía Esquivel por fin entendió que jamás iba a calentar el corazón helado de Darío Serrano. Cortó por lo sano, se fue y decidió empezar de cero.
Hasta que, tras una borrachera, amaneció en la cama del hombre más intocable: Lorenzo Altamirano, peor enemigo de su hermano… y encima había sido ella quien se le lanzó primero. Intentó huir de puntitas, pero una mano grande la agarró del tobillo y la arrastró de vuelta.
—Lía, ¿me usaste, y ahora quieres escapar? Con lo que me besaste anoche, ¿no piensas hacerte responsable?
***
Para todos, Lorenzo era un dios frío y abstinente. Nadie sabía que llevaba años obsesionado con la hermanita de su archirrival. Por ella, Lorenzo dejaba de fingir, se volvía casi loco, compraba un pueblo entero para regalárselo y la acorralaba con la bata abierta, abdominales a la vista y la voz ronca al oído:
—Lía, ¿quieres tocar? Se siente muy bien.
—¿No que muy santo y muy abstinente?
—¿Abstinente? Con los demás. Contigo lo único que tengo son ganas.