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Reteniendo un nacimiento

Reteniendo un nacimiento

Tenía nueve meses de embarazo y estaba lista para dar a luz, pero mi esposo, Sean Conner, me encerró en el cuarto de almacenamiento del sótano y me dijo que retuviera el parto. Comentó que era porque la esposa de su difunto hermano, Quinn Faber, también estaba a punto de dar a luz ese día. Hacía años, Sean y su hermano habían acordado que el primer hijo nacido en la familia Conner sería criado como heredero y recibiría la herencia familiar. —El bebé de Quinn debe nacer primero —dijo Sean como si fuera algo trivial—. Ella perdió a su esposo y no tiene nada. Tú ya tienes mi amor, por lo tanto, es justo que la herencia sea destinada a su hijo. El dolor de las contracciones me dobló por la mitad y lloré, suplicándole que me llevara al hospital. Él me secó las lágrimas y con una tranquilidad inquietante, me dijo: —Deja de fingir. Luego, espetó: —Siempre supe que no me amabas. Todo lo que te importa es el dinero y el estatus. Forzaste el parto para robarle el lugar a mi sobrino... ¿Cómo puedes ser tan cruel? Con la cara pálida y temblando, logré susurrar: —No puedo controlar cuándo nace un bebé, esto es una coincidencia. Te juro que no me importa la herencia. ¡Yo te amo! Él soltó una carcajada llena de frialdad y me dijo: —Si me amaras, no habrías presionado a Quinn para que firmara ese contrato renunciando a la herencia de su hijo. Bueno, una vez que ella dé a luz, volveré a buscarte. Después de todo, el bebé que llevas en tu vientre lleva mi sangre. Sean se quedó fuera de la sala de parto donde estaba Quinn y solo después de que el recién nacido llegó al mundo, él se acordó de mí. En ese momento le ordenó a su secretario que me llevara al hospital, pero la voz de este tembló mientras decía: —La señora... y el bebé... Ambos han muerto... En ese momento, él perdió la razón.
Historia corta · Romance
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Casada por mentira: ahora soy inalcanzable

Casada por mentira: ahora soy inalcanzable

Lorena Pinto y Paulo Silva llevaban tres años casados. Justo cuando estaban organizando su aniversario, ella descubrió que su acta de matrimonio era falsa… La verdadera esposa de Paulo resultó ser su mejor amiga, Selena Cruz. Durante todo ese tiempo, Selena y la familia Silva la habían tomado por tonta, engañándola sin el más mínimo remordimiento. ¿La razón de todo esto? Una ironía cruel. Lorena había quedado incapaz de tener hijos después de ese terrible accidente de tráfico que le dañó el útero. Y lo más doloroso de todo es que, en ese mismo accidente, ¡casi perdió la vida tratando de salvar a Paulo! Paulo, con un tono de falsa súplica, intentó calmar la situación: —Mi amor, te quiero, de verdad, con todo mi corazón, pero... necesito un hijo, ¿me entiendes? Selena, con una calma sorprendente, agregó con total descaro: —No es para tanto. Yo no vine a meterme en su relación. Solo estoy aquí para ayudarles. Podemos llevarnos bien los tres, sin problema. Lorena los miró con desprecio: —¡Están completamente locos los dos! ¡No tienen vergüenza! *** Si pensaban que esto era solo un juego, se encargaría de demostrarles que las reglas las ponía ella. ¿Querían arrebatarle el proyecto? ¡Adelante! Ella ya había movido sus fichas. Sin pensarlo dos veces, se casó con Daniel Ramos, el joven heredero de una familia multimillonaria. Ahora, la que tenía la última palabra en el proyecto, la que controlaba todo, era ella. ¿No le dieron la boda que se merecía? El joven heredero le organizó una boda de ensueño que dejó huella en toda la ciudad. ¿La criticaban por no poder tener hijos? El destino tenía preparada una gran sorpresa. Ahora tenía gemelos. No podía evitar soltar una risa al ver las miradas llenas de envidia. *** La noticia del matrimonio de Daniel Ramos se difundió rápidamente entre la alta sociedad, y la gente no pudo evitar sentir pena por su esposa. Todo el círculo social sabía que Daniel tenía un alma gemela. Aunque ella ya estaba casada, él no lograba olvidarla. Se cuenta que, el día en que ella se casó, él quedó devastado, al punto de que pensó en suicidarse. Algunos aseguran haberlo visto una y otra vez viendo las películas donde ella era la estrella, llorando desconsolado. Cuando Lorena dio a luz a sus hijos, decidió que era el momento de dejar que Daniel y su alma gemela estuvieran juntos. Pero entonces, Daniel la abrazó y, gritando, le dijo: —¿Quién está inventando esos rumores? ¡Amor, tienes que creerme!
Romance
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