Renací Y Me Río Viendo A Mi Amiga Y Mi Mestizo
Mi amiga, Sofía Santos, la misma que siempre juró que jamás se casaría, me acompañó a la clínica el día de mi inseminación artificial.
Pero justo cuando estaba por elegir la muestra de esperma... ¡me la robó!
En ese instante lo entendí: ella también había vuelto a vivir.
En mi vida anterior, yo solo quería tener un hijo mestizo, así que decidí hacerlo por mi cuenta.
Recuerdo que Sofía se burlaba de mí, diciéndome que era una tonta por querer tener un hijo de un desconocido.
Lo que nadie imaginó fue lo que vino después: dos semanas más tarde terminé en la corte real.
Resultó que el donante que había elegido era, nada menos, que un príncipe extranjero.
No solo quiso casarse conmigo, sino que juró que nuestro hijo heredaría el trono.
De repente, mi hijo y yo nos convertimos en figuras importantes de la familia real. Las joyas que me regalaban pesaban tanto que apenas podía sostenerme de pie.
Mientras tanto, Sofía, tan obsesionada con sus ideas de liberación y ese afán de ir siempre contra todo, terminó metiéndose con la gente equivocada.
La despidieron de su trabajo y quedó vetada de la industria.
Cuando se enteró del bautizo de mi hijo, viajó desesperada para buscarme.
Pero en cuanto la recibí, hizo lo impensable: empujó a mi hijo al suelo, matándolo al instante, y luego me arrojó ácido.
—¿Por qué a ti te va tan bien? —gritaba—. ¡Eres una maldita desgraciada, no lo mereces!
Cuando volví a abrir los ojos, estaba otra vez en el mismo día... el día en que Sofía me acompañó a la clínica.