Renací y Destruí al que Fue mi Todo
Un par de días antes del Año Nuevo, Diego —mi novio— decidió irse a la playa con su asistente.
Yo no dije nada. No lloré, no grité, no hice escándalo. Incluso lo ayudé a empacar, con todo el cariño del mundo. ¿Y él qué hizo? Se burló. Me dijo que, ahora que estaba embarazada, por fin había aprendido a comportarme.
Apenas se fue, me fui directo a abortar.
En mi vida pasada, había intentado retenerlo con ese bebé. Y lo había logrado: él no se había marchado.
Al final, su asistente había ido sola a la playa, y ahí la habían matado de una forma brutal.
Diego siempre fingía que nada le afectaba. Siempre con esa cara tranquila, como si todo le diera igual.
Pero, cuando estaba a punto de dar a luz, fue él quien me abrió el vientre con sus propias manos. Apretó con fuerza… hasta que asesinó a mi hijo.
Y fue en ese momento cuando lo entendí todo: siempre me había despreciado, y desde la muerte de aquella mujer… me odiaba sin medida.
Por eso, ahora, que había vuelto a nacer, pensaba dejarlo sin nada.