Amor indescriptible
Llevaba ocho años casada con José García, durante los cuales él había llevado a noventa y nueve chicas a casa.
Y, aquella tarde, la joven número cien estaba frente a mí. Me miró desafiante, antes de preguntar en dirección a él:
—Señor García, ¿esta es tu esposa inútil?
—Sí —respondió José con indiferencia, recostado en su sillón.
Tras esto la joven se acercó a mí y me abofeteó desdén, mientras decía, riendo:
—¡Esta noche escucharás lo que es una verdadera mujer!
Y así fue. Pasé toda la noche en el salón, obligada a escuchar sus gemidos.
A la mañana siguiente, como siempre, José me ordenó que preparara el desayuno.
Pero esta vez, negué con la cabeza.
Al parecer, él había olvidado que nuestro matrimonio era un simple acuerdo, un matrimonio por conveniencia…
Al que solo quedaban tres días para llegar a su fin.